Comentario
Durante el siglo V a.C. tuvieron lugar en el mundo mediterráneo acontecimientos suficientemente importantes como para que la historia de Roma no pueda explicarse al margen de éstos. No hay duda de las repercusiones que tuvo en el comercio etrusco la derrota, cerca de Cumas (474), ante los griegos de Siracusa. De igual forma, los aliados de los etruscos, los cartagineses, sufrirán una severa derrota en fechas próximas en Himera (482), también luchando contra los griegos. Siracusa se configuró como una potencia hegemónica en lo político y en lo comercial en el Sur de Italia.
La decadencia del mundo etrusco fue irreversible desde entonces. A los problemas derivados de su derrota militar se sumaron también los conflictos sociales y políticos internos: las poblaciones dependientes y las capas populares se rebelaron contra las oligarquías locales exigiendo mejores condiciones de vida y una mayor democratización de la vida política.
Los pueblos indígenas del sur de Italia habían alcanzado una mayoría de edad y estaban en la fase de creación de grandes unidades políticas. Sin duda, las colonias griegas habían servido de modelo, pero la elección de sus formas organizativas fue autónoma por más que mantuvieran frecuentes contactos comerciales y culturales con los griegos. En ocasiones, la consolidación de formas políticas llevó a enfrentamientos con las ciudades griegas vecinas. Hay casos significativos como el de Ducetio, jefe de los sículos organizados en una federación, que atacaron a las ciudades griegas. Tarento soportó durante todo el siglo V la presión de los mesapios, quienes ganaron una batalla a Tarento en el 473 a.C. y que resultó una gran masacre para los griegos.
A su vez, no se había producido una sedentarización plena de todos los pueblos de Italia, como es el caso del expansionismo de los sabelios y umbros. Roma y el Lacio sufrieron directamente este expansionismo de parte de los volscos, ecuos y sabinos.
Así, las tensiones y los conflictos internos de Roma durante el siglo V a.C. deben ser contextualizadas como un caso particular dentro de un proceso itálico y mediterráneo mucho más general. Las frecuentes mutaciones en la hegemonía de las relaciones comerciales y los cambios de alianzas entre ciudades pueden ayudar a comprender mejor la constatación de una mayor o menor abundancia de restos cerámicos procedentes del exterior, que no siempre son un indicador seguro de la evolución interna de las condiciones económicas, por más que se haya presentado así. La mayor o menor presencia de unas u otras cerámicas de importación puede ser un reflejo de las orientaciones comerciales pero no necesariamente del carácter de las relaciones políticas con el exterior.
Las fuentes permiten trazar otras líneas sobre la evolución económica de Roma durante el siglo V a.C. Desde los inicios del siglo, la expansión de los volscos y ecuos comienza a ahogar la economía del Lacio y de Roma. No sólo significó una pérdida de territorios para los Latinos Antiguos sino que, a través de continuas razzias, sufrieron incursiones de éstos en sus tierras con robo de cosechas y ganado y pérdidas de vidas humanas. A ello se sumaron varias epidemias en Roma, como consecuencia de servir la ciudad de refugio para campesinos y ganado. En la primera mitad del siglo V a.C. estuvo en peligro la propia existencia de Roma como ciudad. Las amenazas a Roma desde el territorio sabino, que comenzaron a ser graves cuando el sabino Apio Herdonio se adueñó de la colina del Capitolio (460 a.C.), desaparecieron en el 448, con la anexión de la Sabina. El grave peligro de los volscos y ecuos se terminó en la batalla ganada por Roma en Algido, el 431 a.C., aunque todavía hubo enfrentamientos posteriores con este pueblo. Podemos pues deducir que la segunda mitad del siglo V a.C. no debió ser tan nefasta para la economía de Roma como lo habría sido el período anterior, pues detrás de estas victorias hubo una ampliación del territorio romano así como la posibilidad de enviar colonos fuera de la ciudad. Sin duda, el acontecimiento que permitió la consolidación definitiva de Roma como ciudad fue su victoria sobre la ciudad etrusca de Veyes (369 a.C.), cuyo territorio de 1.500 Km2 fue incorporado al Estado romano, que de este modo estuvo en condiciones de hacer grandes repartos de tierra entre sus ciudadanos, consiguiendo así el consenso social necesario.
La ventajosa situación geográfica fue decisiva para la formación de la ciudad de Roma. Pero su consolidación sólo se explica por la decidida voluntad de su población y por su carácter de urbe abierta que integró como ciudadanos a fugitivos de otras comunidades y a los vencidos. La ampliación de su territorio fue paralela al incremento demográfico y al desarrollo de las actividades comerciales y artesanales. También la religión fue un factor decisivo de cohesión social al servicio de los proyectos políticos. Incluso en épocas de graves amenazas externas los romanos no abandonaron la atención a sus dioses: baste como ejemplo la construcción de los templos de Ceres, Saturno, Mercurio, Cástor y Pólux, en pleno período de conflictos con los volscos y ecuos.